Este desarrollo consiste en diseñar distintos talleres a modo de dispositivos para fortalecer la calidad de la propuesta pedagógico-didáctica de la formación docente inicial de…
- El equipo en los Medios de Comunicación y Divulgación,
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- Lecturas,
- Políticas Educativas,
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- Recursos pedagógicos
Este desarrollo consiste en diseñar distintos talleres a modo de dispositivos para fortalecer la calidad de la propuesta pedagógico-didáctica de la formación docente inicial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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Se diseñaron juegos digitales a modo de recursos didácticos para fortalecer la calidad de la propuesta pedagógico-didáctica de los CEN 92;87,15 y 48 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Ellos estuvieron pensados en relación tanto a la perspectiva de las relaciones del trabajo como de la temática de la higiene y seguridad laboral. ¡Esperamos lo disfruten!
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- El equipo en los Medios de Comunicación y Divulgación,
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Socializamos nuestro instrumento de intervención utilizado para el desarrollo de procesos socio-comunitarios sobre la búsqueda, selección y la creación de contenido digital en la formación docente. Fue diseñado para espacios de formación docente pero pueden extenderse a otros ámbitos de socialización.
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Socializamos una planificación utilizada para el desarrollo de procesos socio-comunitarios sobre la convivencia digital. Fue diseñada para las escuelas secundarias pero pueden extenderse a otros…
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Compartimos un informe de investigación del equipo. ¡Esperamos tus comentarios!
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📚🌎 En el marco de la #SemanaMundialAMI, te invitamos a ser parte del 2° encuentro nacional con organizaciones y docentes: “La escuela como impulsora de…
En esta oportunidad les presentamos el aporte de la Magister María Eugenia Míguez sobre la situación de la educación de jóvenes y adultos en tiempos…
¿DE QUÉ ESTÁ HECHA EL AULA?
Algunas reflexiones en tiempos de pandemia
Dra. Verónica Silva Licenciada en Psicología (Universidad Nacional de Córdoba). Doctora en Ciencias de la Educación (Universidad Nacional de La Plata). Se desempeña en el campo de la formación docente. ISPEI Sara C. de Eccleston. (CABA). Integra el equipo de investigación: Conflictividad y estrategias de convivencia en escuelas secundarias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un análisis sobre sus vinculaciones con las situaciones de enseñanza y aprendizaje en el espacio áulico desde la sociología de la educación. Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Email: veronica.silva087@gmail.com Hace varios días que vengo haciéndome esta pregunta: “¿De qué está hecha el aula?. Mientras voy y vengo con este interrogante, me doy cuenta de algo: esta pregunta se hizo presente en mí en el contexto de una pandemia mundial que obliga al confinamiento, al aislamiento. Pero a un tipo de aislamiento particular: un aislamiento carnal obligatorio. Sí, carnal. Leyeron bien. Digo carnal, porque no implica un aislamiento en el sentido estricto del término: ya que estamos comunicadxs a través de diversos dispositivos, como celulares, computadoras, tablets, etc. Y, en realidad, la pregunta acerca de las relaciones entre las personas y las tecnologías no es nueva; creo que la pandemia no hace más que poner de relieve esta cuestión, puesto que visibiliza la necesaria dependencia que tenemos de estos instrumentos, hoy más que nunca. Quienes ejercemos la docencia nos hemos visto compelidos en estas últimas semanas a dar forma a nuestras clases de un modo diferente. Lo que habíamos planificado he imaginado antes de la cuarentena ya no podrá ser llevado a cabo. A partir de ello es que vengo hace varios días repensando, diseñando, rearmando las propuestas de mis clases. Y de ese ejercicio surgió esta pregunta que se posó en mí como un pájaro ansioso ¿de qué está hecha el aula? O mejor dicho ¿de qué texturas se conforma ese espacio en el que nos encontramos con esxs otrxs a quienes llamamos estudiantes? En la evocación de ese recuerdo, lo primero que vino a mí fue la idea de la carne. Por eso hice énfasis al comienzo en que este aislamiento, más que aislamiento social, es un aislamiento carnal. Pienso inevitablemente en la dimensión carnal de nuestra existencia (Merleau Ponty, 1988): los olores, las densidades, el peso, el volumen, la temperatura; en fin, las texturas de los cuerpos. El impacto más fuerte que tiene, para mí, este momento de aislamiento es el aplanamiento de la experiencia cotidiana. Quiero decir, la bidimensionalidad de los rostros y de los cuerpos. Me veo obligada en cada palabra que escribo a la búsqueda de una descripción que intenta dotar de tridimensionalidad la experiencia, que ansía transmitir calor, blandura, profundidad, espesura. ¿De qué está hecha un aula?, me pregunto De miradas, sin duda; de bostezos, de suspiros, de conversaciones paralelas, de lecturas y reflexiones compartidas. Pero también, de la incomodidad que el encuentro con lxs otrxs nos genera, de olores desagradables, de hartazgos, de malestares. Más allá de esto, pensaba que un aula está hecha de un grupo de personas que se encuentran, bajo la guía de un/a profesor/a, en un tiempo y un espacio, para hacer algo diferente con ese otro tiempo y ese otro mundo, el tiempo y el mundo del “afuera”, como diría Larrosa (2018). El asunto es que ese espacio material que nos reunía no va estar por un tiempo. ¿Cómo recrear, entonces, algo de esta experiencia tridimensional? ¿Cómo hacer, a la vez, para no romantizar la cuestión de la presencia? ¿Cómo dotar en la virtualidad, al aula, de sus sabores, de sus olores, de sus texturas, sus sonidos, sus miradas? Se me ocurrió que podíamos pensar en algunas cuestiones que, más acá, o más allá de la virtualidad, cuando están presentes, hacen aula. Responsabilidad. Nuestra posición docente implica, necesariamente, un lugar de asimetría. Diríamos junto con Silvia Bleichmar (2008) que la asimetría involucra formas de responsabilidad; la asimetría no es una cuestión de poder sino de función: por la posición que ocupamos estamos obligadxs a brindar una respuesta, una alternativa, un punto de vista, una mirada. Es preciso que hagamos el esfuerzo de construir un espacio transicional, al decir de Winnicott (2013), una zona intermedia de experiencia, un lugar seguro que aloje a lxs estudiantes. ¿Cómo construimos un lugar en la virtualidad? A través del cuidado, acercando palabras que favorezcan la construcción de este espacio. Afortunadamente, el oficio docente es el de la palabra, como dice Juarroz: con ella creamos presencia, ayudamos a nombrar el mundo. La virtualidad nos priva, quizás, de las tonalidades, de los gestos que acompañarían esas palabras. Pero no nos priva de escribirlas, de convocar en sus trazos a nuestros interlocutores, de acompañarlas de sonidos, de imágenes. No olvidemos que la responsabilidad del docente es la de tender un puente en la construcción de ese mundo común. Y en este momento particular que nos toca vivir, tal vez el desafío radique en animarnos a dotar este espacio transicional de pequeñas certidumbres, de lo que sí sabemos, de lo que sí podemos dar cuenta, de aquello que podemos poner a jugar con nuestrxs estudiantes. Confianza. Conlleva la posibilidad de generalizar, de anticipar lo que puede suceder, lo que esperamos de lxs otrxs. Según Luhmann (2005), sin confianza el individuo sería víctima de miedos y temores que pueden llegar a ser paralizantes (ya que cualquier cosa y todo sería posible). ¿Cómo generamos confianza en un contexto de incertidumbre? Aunque no contemos con referencias claras respecto de qué es lo ocurrirá, sí, podemos generar algunas propias, desde los humildes lugares del ejercicio de nuestra práctica docente. Por ejemplo: tiempos definidos, criterios de evaluación explícitos, actividades claras. Anticipaciones acerca de lo que sucederá. Pero la confianza no se trata solamente de tener seguridad acerca de lxs otrxs, o de lo qué sucederá. Como nos diría Daniel Brailovsky (2019), la confianza es también habilitar una conversación, y conversar requiere un encuentro con el otrx, “es algo que sucede entre dos individuos” (p.230). Quizás aquí nos enfrentamos a uno de mayores desafíos ¿cómo forjamos una conversación en diferido? ¿Cómo entramos en confianza sin la posibilidad del encuentro encarnado? para conversar con alguien hay que tener disponibilidad, deseo. Diana Mazza (2020) nos brinda algunas pistas para pensar sobre esto. Menciona que en estos tiempos de pandemia, es necesario “estar disponible” para nuestrxs estudiantes. Sin embargo, es una disponibilidad que no pasa por responder mensajes en cualquier momento del día, o estar conectados todo el tiempo. La autora menciona que, en primera instancia, implica una actitud de apertura, de escucha atenta, de curiosidad por entrar en contacto con el otrx y saber quién es. Asimismo, la cuestión de la disponibilidad nos invita a la reflexión acerca de por qué elegimos ser docentes, horizonte necesario para sostener nuestro quehacer y seguir andando. Una pista para reflexionar sobre nuestra disponibilidad puede ser prestar especial atención a las preguntas que construimos para el intercambio con lxs estudiantes ¿Cómo preguntamos para abrir y no obturar? ¿Cómo habilitamos preguntas que se desmarquen de las respuestas cerradas? Tiempo en el aula, el tiempo y el aula. Este es un tema de lo más inquietante, quizás una de las mayores rupturas o discontinuidades a las que nos enfrenta la pandemia. Hoy más que nunca la simultaneidad despoja a la escuela de la posibilidad de la suspensión del tiempo (Larrosa, 2018). El tiempo de la escuela es un tiempo lento, un monotiempo, vale decir, la invitación a la realización de estar haciendo una sola cosa a la vez, ir en contra de la aceleración del mundo. ¿Qué hacemos con esto, cuando hoy nuestra comunicación se encuentra necesariamente mediada por las pantallas, las múltiples ventanas que se abren, la superposición, las demandas entrecruzadas? Me arriesgo de decir que quizás sea una oportunidad para abrir otras preguntas, otras propuestas. La presencialidad nos enfrenta a diversos problemas e incomodidades, es sabido que la presencia física de un cuerpo en el aula no garantiza, por sí misma, su presencia real. Muchas veces nos hemos encontrado buscando, esperando, solicitando la atención de nuestrxs estudiantes. Muchas otras veces nos quedamos con la sensación de que nada de lo que hagamos será suficiente para generar su interés. Por supuesto que la mayoría de las veces, lo que sucede en la presencialidad del aula se vuelve único e irrepetible; porque la presencia tiene eso, la cuota de azar y espontaneidad que la virtualidad parece robarnos. Sin embargo, pensaba que quizás sea este un momento propicio para construir propuestas pedagógicas que tengan en cuenta los tiempos particulares de cada estudiante. Poder jugar con la sincronía y la a-sincronía del tiempo. Quizás proponer espacios en donde la explicación del tema pueda ser alojada en un audio, un video, un escrito y, en la medida que podamos, habilitar otros espacios de la virtualidad para el intercambio de dudas, de sentires, de sensaciones. ¿Cómo construimos el encuadre de un tiempo compartido en la virtualidad? Aquí volvemos quizás a que más allá de las superposiciones de tiempos y lugares, se hace necesario trazar algunas coordenadas claras, una hoja de ruta de encuentros, de momentos específicos en donde estaremos esperando la participación de lxs estudiantes, sus puntos de vista, en fin, su presencia. Amor. Palabra vapuleada si la hay. Pero, ¿cómo pensar en la práctica docente desvinculada del amor? Y aquí no me refiero en absoluto a las versiones edulcoradas y hedonistas del amor. Todo lo contrario, pienso en el amor como en aquel acto que nos compromete con el otrx. Badiou (2016) lo dice bellamente: el amor es el momento en que decidimos comprometernos con alguien, una obstinación, el momento en que el azar se vuelve destino y el vínculo se construye como si no hubiese podido ser de otra manera. Mis estudiantes y yo estamos aquí, nos encontramos azarosamente en este año 2020 de pandemia, y podemos en este contexto, apelar a la invención de un universo compartido y así dotar de durabilidad esta relación que nos une, tornarla fiable. El amor como esa fuerza que pulsa hacia el afuera que nos incomoda, que nos corre de nuestra mismidad. Asimismo, el amor también conlleva la noción de reciprocidad, reciprocidad en el sentido de intercambio, de considerar al otrx. Creo que esto tiene implicancias importantes cuando reflexionamos sobre el vínculo pedagógico, porque esperar del otrx lo coloca en un lugar de reconocimiento subjetivo. Entonces, hacemos aula cuando el amor emerge como compromiso y obstinación de que allí, donde no había nada, algo puede construirse. Pero también, cuando emerge como la posibilidad de esperar algo del otrx, de lxs alumnxs, esperar de esperanza, de confianza. De estar receptivos a lo que lxs estudiantes nos devuelven. Experiencia. Palabra cargada de sentidos, aquí me interesa recuperarla para traer de nuevo la noción de textura, de tridimensionalidad. Y aquí Larrosa (2003) nuevamente, con esta bella idea de que la experiencia supone un acontecimiento; es decir, no puede darnos lo mismo atravesar por un pasillo de la escuela, estar en aula, conversar con los compañerxs. Enseñar no puede ser una acción que caiga en la mecánica indiferencia de nuestras prácticas cotidianas. La experiencia como el dejarnos afectar, pone en evidencia la humanidad de nuestra existencia. Dejarnos afectar por algo es mostrarnos abiertos, sensibles, vulnerables, expuestos (Larrosa, 2003). Ahora bien, ¿cómo hacer experiencia en la virtualidad? ¿Cómo ofrecer nuestras clases de afectaciones, de sensaciones que tornen presente ese aquí y ese ahora del estudiante en un tiempo diferido? Quizás esta sea una de las cuestiones más difíciles de reconstruir en este escenario. Brailovsky (2019) nos propone algunos trazos para pensar sobre esto. Dice que la experiencia supone una conversación y una pronunciación, “que las palabras tengan un sentido cuando se las pronuncia” (p.219). Tal vez el entorno virtual sea una oportunidad para detenernos a elegir cuidadosamente las palabras con las que invitamos a lxs estudiantes a construir un espacio compartido. Tal vez implique pronunciarnos respecto de lo que esta situación nos genera, hacer un ejercicio introspectivo acerca de los obstáculos que sentimos al respecto. Pero, sobre todo, pensaba que hacer experiencia, afortunadamente, para nosotros como animales simbólicos que somos, es una apertura a dejarnos conmover. Darnos la posibilidad de evocar la voluptuosidad de una caricia, la sensibilidad del roce, la creación de la presencia por medio del lenguaje. Seguramente “hacer aula” o reconstruir cuáles son sus bordes, sus relieves y sus territorios, implique un recorrido más amplio y profundo que el que aquí dejo. Quizás se trate simplemente de mirar con ojos de niñx lo que esta realidad nos propone o abrirnos al asombro de lo que acontece. Sin embargo, me gustaría señalar algo más. Seguramente este escenario nos desconcierta por lo novedoso, pero posiblemente también se una oportunidad para confiar en los pasos construidos, en los recorridos que ya hicimos, en la personas con las que hacemos trama. Como dice Silvia Bleichmar (2008), si lo imprevisible es lo posible, que al menos no nos encuentre despojados de nuestra capacidad pensante, de la posibilidad de teorizar acerca de enigmas del mundo, y por medio de ellos transformar lo pasivo en activo. Bibliografía Badiou, A. (2006) Elogio del amor. Buenos Aires, Paidos. Bleichmar, S. (2008) Violencia Social. Violencia Escolar. De la puesta de límites a la construcción de legalidades, Buenos Aires, Noveduc. Brailovsky, D. (2019). Pedagogía entre paréntesis, Buenos Aires, Noveduc. Larrosa, J. (2003) Experiencia y pasión. Entre las lenguas. Lenguaje y educación después de Babel. Barcelona, Leartes. Larrosa, J. (2018) P de profesor, Buenos Aires, Noveduc Luhmann, N. (2005). Confianza, Barcelona, Antropos. Juarroz, R. (s/a) Desbautizar el mundo. Exstraído de http://revistaoz.com/oz-poesia/poesia-desbautizar-el-mundo-roberto-juarroz/ Mazza, D. (2020) Lo que la pandemia nos deja: una oportunidad para pensarnos como docentes. Serie “Enseñanza sin presencialidad: reflexiones y orientaciones pedagógicas”. Secretaria de asuntos académicos, Universidad de Buenos Aires. Merleau Ponty (1988) en Descombes, Vicent (1998) Lo mismo y lo otro. Cuarenta y cinco años de filosofía Francesa (1933-1978). Madrid, Cátedra. Winnicott, D. (2013). Realidad y Juego. Barcelona, Gedisa." ["post_title"]=> string(73) "¿DE QUÉ ESTÁ HECHA EL AULA? 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Les compartimos el Documento 7: «Lo que la pandemia nos dejó: una oportunidad de pensarnos como docentes» de la serie Enseñar sin presencialidad: reflexiones y…
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Dos docentes e investigadoras del campo educativo reflexionan sobre la educación en tiempos de Coronavirus. En este artículo nos invitan a reflexionar sobre nuestro rol como educadorxs y nos acercan materiales, recursos e ideas para pensar la educación en el contexto actual.
El correr de este tiempo nos propone construir distintas habilidades para afrontar los desafíos de la escolaridad: una educación mediática para poder sostener el proceso educativos sistemático, crear ambientes propicios para seguir formando y aprender a esperar el reencuentro. Nos proponemos en estas líneas acercar a docentes, colegas e investigadorxs algunas reflexiones que creemos útiles y necesarias en estos días, recuperando recursos, herramientas, publicaciones y aportes para repensar nuestra tarea y nuestro rol en el campo educativo. El aislamiento y distanciamiento social obligatorio nos incita a una educación mediática forzada. La estructura comunicativa entre docentes y estudiantes cambió ¿Qué estrategias tenemos a disposición para propiciar un espacio de trabajo relevante en esta coyuntura? ¿Cómo producir una experiencia escolar frente al distanciamiento físico? ¿Cómo formar en un tiempo de educación sin escuela? ¿Qué ocurre cuando una pandemia sacude el lugar de la escuela? ¿Qué es eso propio de la escuela que no puede ser reemplazado en la virtualidad? La tecnología en sí y de por sí no producirá, inevitablemente, tipos particulares de aprendizaje (ya sean liberadores o mecánicos y reductivos). Es necesario cuestionar el determinismo tecnológico. Depende de las estrategias, los materiales y los intercambios que propiciamos. Creemos que ante la irrupción de las nuevas tecnologías en las aulas la pregunta no es cuál de ellas utilizar, sino por qué y cómo usarlas. Ante la urgencia que en estos días significó generar dispositivos para sostener los espacios de formación y garantizar el derecho a la educación de nuestrxs estudiantes, creemos que la pregunta siempre tiene que ser pedagógica. ¿Qué potencialidades tienen los medios digitales? En principio, en esta coyuntura serían los únicos que permitirían sostener la escolaridad y habilitan la inclusión de los lenguajes multimodales. ¿Es la misma la experiencia del WhatsApp, la de de Google Meet, la de Zoom? ¿Que nos permite de forma diferencial cada medio digital? ¿Hacia dónde nos permiten viajar estos medios y el uso de las redes sociales en la educación? ¿Qué procesos de conocimiento y saberes están sucediendo? ¿Qué debates se presentan al ver transcurrir nuestra sociabilidad y nuestras clases en video-conferencia? Es fundamental en estos momentos ofrecer algo interesante sobre lo que trabajar el conocimiento y la cultura para que nuestrxs estudiantes puedan apropiarse y ubicarse en una posición de disponerse a trabajar. ¿Qué ocurre con las propuestas de lxs docente en tiempos de Coronavirus? Hemos visto en estos días una multiplicidad de análisis en la prensa gráfica sobre nuestra tarea y los desafíos que conlleva. Sabemos que el trabajo que estamos haciendo es mucho y a contra reloj. También sabemos que generalmente no es valorado por los medios de comunicación. Más bien, como hemos señalado en escritos anteriores, nuestro trabajo es desprestigiado en los medios. Por este motivo, sería deseable que la propuesta pedagógica que llegue a los hogares, ofrezca un tiempo de trabajo que convoque al intercambio y donde se propicien distintos lenguajes. Consideramos que el planteo no debiera reducirse a hacer un click, porque eso no implica que se produzca un aprendizaje. Con el click obtengo un resultado que alguien decidió por mí. ¿Cómo utilizamos las potencialidades de las redes y generamos un proceso de autonomía intelectual? En esta línea, valoramos la propuesta elaborada desde el Ministerio de Educación Nacional “Seguimos Educando”, que abre espacios de encuentro con el saber y recupera la inversión en dotación tecnológica de años anteriores y los productos de Encuentro, Educ.ar, entre otros. Recopilar lo producido por nuestrxs docentes, estudiantes, formadorxs, investigadorxs, desarrolladorxs, que es mucho y es necesario en estos tiempos de dispersión en las redes. Interesante observar que esta propuesta surge como política de Estado, que ofrece materiales de calidad en forma gratuita a través de sus portales, al mismo tiempo que otros países decidieron liberaron sus plataformas educativas para permitir el libre acceso. Ahora bien, dado que no solo los educadorxs estamos usando los medios digitales nos interesaría rescatar algunas recomendaciones del ENACOM, que tendrían que considerarse en esta coyuntura y que son parte de una alfabetización digital necesaria para una ciudadanía responsable: evitar el envío de materiales que no son de suma necesidad, ser precisos en los mensajes para no generar idas y vueltas innecesarias, utilizar racionalmente plataformas en línea que implican un gran consumo en la red y no viralizar cadenas o informaciones no verificadas. Solo seguir las recomendaciones brindadas por los medios oficiales del Gobierno Nacional, Provincial o Municipal. Asimismo, la Secretaría de Medios y Comunicación Pública lanzó Confiar, una plataforma, desarrollada por la Agencia Nacional de Noticias Télam, donde se puede chequear la información que nos llega sobre la pandemia. El portal apunta a evitar la “infodemia”: la epidemia informativa de la pandemia. Desde allí, una caja de herramientas nos permite conocer una serie de tips sencillos y prácticos para enfrentar estos tiempos y conocer los canales de denuncia si nos llega un fake news o también si observamos irregularidades en los espacios virtuales que solemos frecuentar como educadorxs e investigadorxs. Si bien a largo plazo es necesario propiciar un proceso educativo mucho más amplio que aborde la opinión pública, algunos de estos criterios son importantes para transmitir a nuestrxs estudiantes sobre la circulación de las noticias falsas: conocer cómo se produjo la información, las fuentes, no reenviar porque sí, no reenviar porque estés de acuerdo con lo que se dice. Un segundo aspecto que nos convoca como educadorxs, es ubicarnos como adultxs creadorxs de ambientes para el aprendizaje y poder acercar elementos a las familias para colaborar en los hogares. Necesitamos elegir la información que sirve y regular la exposición a los discursos mediáticos y sus agitaciones mentales. No ocupar los espacios compartidos con niñxs y jóvenes con pensamientos pesimistas y alarmistas, que no colaboran a sostener anímicamente el aislamiento y distanciamientos social obligatorio. Cuando intercambiemos focalizarnos en como hacer para sortear las dificultades que trae esta nueva coyuntura. No dejarse atrapar por los pensamientos pesimistas, para renovar las energías vitales. Un tercer aprendizaje que destacamos es el de la espera. Más allá del COVID-19, todas las cosas que hacemos están sujetas a un proceso de espera. ¿Cómo nos atraviesa el tiempo en el aislamiento? ¿Cómo ordenar los ritmos? ¿Qué es lo que espero para luego de la cuarentena? ¿Para qué lo espero? ¿Qué futuro estamos atrayendo para cuando termine el aislamiento y distanciamiento social obligatorio? El Foro Económico Mundial viene advirtiendo sobre esta situación. Sin caer en falsos profetas, como educadoras confiamos en el valor del tiempo y la necesidad de aprovecharlo para guiar procesos, hacer cosas que nos hagan mejores personas y preparar oportunidades para ese encuentro físico y emocional que se produce en la escuela. La pregunta por el uso del tiempo, la inmediatez, la hiperconectividad, la sociabilidad online, y la impaciencia que nos generan muchas veces el uso de las tecnologías y el consumo de la información en los medios digitales, no es un pregunta nueva. Múltiples investigaciones vienen analizando estos fenómenos que se genera en el seno de la cultura de la conectividad. Pero a la luz de la cuarentena, la pregunta sobre los tiempos resurge con más fuerza y nos convoca a repensar nuestras prácticas. Distintos aportes son útiles en este sentido. Por ejemplo diversos postcast, que a través de un formato novedoso para la educación, nos invita a revisar los tiempos que le dedicamos al trabajo, al ocio, qué prácticas llevamos adelante en nuestro hogar con las tecnologías, conocer herramientas para el bienestar digital, entre otros elementos. Podríamos preguntarnos entonces qué ocurre con los usos y la administración de los tiempos a partir de la práctica generalizada del tele-trabajo para lxs adultxs pero también qué ocurre con lxs estudiantes que se encuentran atravesando su escolaridad desde la virtualidad. ¿Dónde se encuentra en esa virtualidad el acto pedagógico? ¿Qué preguntas nos trae esta nueva realidad sobre el oficio de enseñar? De nuevo aquí convocamos a no perder de vista la pregunta pedagógica en las propuestas y dispositivos que generemos en este tiempo. En cuarto lugar, estas reflexiones nos llevan a la inevitable pregunta por el acceso a las nuevas tecnologías y las desigualdades que existen en nuestro país. En estos días, en tiempos de educación y pandemia, los números de la UNESCO despiertan una alarma. Este no es un problema nuevo, tal como hemos planteado en trabajos anteriores, pero la pandemia nos lleva a repreguntarnos por el rol del Estado en la dotación de tecnología y qué ocurre cuando se abandona el horizonte de la igualdad de oportunidades y la reducción de la brecha digital, como implicó la eliminación del Plan Conectar Igualdad por la gestión educativa anterior. Un quinto y último elemento que quisiéramos mencionar: concientizar a nuestrxs estudiantes y colegas de la “huella digital”. En íntima relación con la alfabetización digital, nuestro manejo de las tecnologías y los medios conectivos, y la conciencia que deseamos generar cuando hablamos de Educación Mediática, no podemos dejar de reflexionar sobre los rastros que dejamos en nuestro paso por las redes, las Apps, los sitios que visitamos, todo lo que estamos utilizando en estos días de pandemia. En épocas de Big Data, como formadorxs e investigadorxs del campo educativo tenemos que hacernos la pregunta por nuestra privacidad, qué ocurre con nuestros datos en la Web. Preguntas que surgen con miras a formar a ciudadanxs digitales y críticos de sus consumos en línea. Como decimos siempre, no se trata de caer en la paranoia y negarnos a utilizar los medios disponibles. Sino de brindar herramientas y sostener los interrogantes que nos permitan ejercer una ciudadanía crítica cada vez que invitamos a nuestros estudiantes y colegas a sumarse a una videoconferencia, descargar una App, compartir un video o cualquier de las actividades que estamos generando por estos días. Hasta aquí nuestro aporte. Estas líneas, como una reflexión en voz alta, intentaron ser un espacio donde pudiéramos detenernos a reflexionar sobre la educación mediática y el uso de las nuevas tecnologías en tiempos de Coronavirus. Pero por supuesto la discusión no se agota aquí. Esperamos haber brindado algunas herramientas útiles para educar e investigar en cuarentena, evitando la infodemia y aportando a formar ciudadanxs digitales del siglo XXI. Pugnamos desde aquí por achicar la brecha digital y social, abogando por una educación más justa e igualitaria. En tiempos de aislamiento y distanciamiento social obligatorio, proponemos que estos también sean tiempos de oportunidad. Tiempos de “suspensión”, como dirían Simons y Masschelein, que nos permitan, en el medio de la vorágine que generó la cuarentena, detenernos a pensar qué educación queremos construir y qué premisas sostienen nuestra tarea cotidiana. 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